Los Políticos …

Publicado el 21/08/2015 - Etiquetas:

   «La segunda profesión más antigua del mundo es la política. Y lo que más me sorprende, es cuanto se parece a la primera.» Ronald Reagan.

   «Que lástima que la única gente que sabe como gobernar este país, este manejando taxis o cortando el pelo.» George Burns.

   Como verán existen diferentes opiniones sobre los políticos y sobre la política en general como una actividad. De lo que no se habla mucho (en nuestro país, tirando a nada), es para que debiera servir la política o cuales debieran ser sus objetivos y propósitos, más allá de beneficiar a quienes participan en ella directa o indirectamente. Los slogans más utilizados – fundamentalmente por quienes desean ingresar a la actividad -, son «porque quiero cambiar la vida de la gente (no dicen de que gente)» o «porque quiero cambiar la forma en la que se hacen las cosas»; también estas expresiones – pero en tiempo pasado -, son utilizadas por quienes hace años que están en el rubro respondiendo a la pregunta por que se dedicaron a la política ?. La cuestión fundamental, es que una vez que se valieron del voto de la gente, se desvían significativamente de la plataforma partidaria o de las ideas que caracterizan a una determinada agrupación política y buscan – de todas las maneras posibles -, mantenerse en su sitio o escalar (si los de más arriba los dejan), hacia otras posiciones; eso si, dejando a alguien en el puesto que antes ocupaban para que les deba algo o les cuide la quinta por si deben volver a una categoría más baja, producto de algún ocasional resbalón.

   Todo este entramado, hace que a las personas comunes que pretendan – con nueva energía e ideas renovadoras -, ingresar a la actividad política, les resulte muy difícil, cuando no imposible poder lograrlo.

   La prueba evidente de estas afirmaciones, es que en la política siempre están los mismos personajes. Hasta alguna de las últimas elecciones, existían lugares (provincias, ciudades, pueblos) donde se enorgullecían (hecho ensalzado también por el periodismo), de tener personas (legisladores, intendentes, concejales) ejerciendo cargos desde 1.983 (si !!!! leyeron bien).

   Existen algunas excepciones – pocas por cierto -, de personas que han ingresado a la actividad política sin obstáculos, pero que ya tenían una muy buena situación económica o una alta exposición mediática (actores, deportistas), como garantía de que ningún puntero político (los verdaderos dueños de los votos), se va a interponer en su camino. No obstante y por si acaso, un aval de algún político puede llegar a ser requerido en estos casos, como forma de asegurarse que el nuevo no piense «distinto» (piensa o deberá pensar como su aval).

   Para complicar aún más el panorama, a partir del momento en que el «Dr. Borocotó» se dio vuelta, iniciando el fenómeno que lleva su nombre, vemos que las consecuencias de los pésimos accionares pueden horizontalizarse [1], generando efectos nefastos, incluso sobre políticos bien intencionados e ingenuos (todavía quedan algunos), contagiando de ideas que no sirvieron en gobiernos anteriores, atrasando todo lo novedoso o las intenciones de cambio que pueda tener un candidato nuevo con ganas de revertir realmente las cosas.

   No podemos dejar de considerar seriamente el tiempo que insumen fuera de las labores estrictamente legislativas o administrativas, estas cuestiones conspirativas (como quitar o dar apoyo a un candidato, como hacer correr rumores en agentes conductores [2] para perjudicar o enaltecer a alguien), para las cuales una persona común tampoco está preparada (porque tiene que trabajar, porque tiene que dirigir su empresa, porque tiene que vivir).

   A esta altura, podemos decir que la clase política esta mayoritariamente formada por personas que no podrían trabajar en lugares donde trabaja el común de la gente por que los despedirían, (se entiende esto! no?), mediáticos (actores, deportistas) normalmente apalancados por un político en actividad, sindicalistas (tienen los votos cerca y pueden negociarlos) y ricos. En realidad, la composición de la clase política no me preocuparía tanto, si sus integrantes estuvieran dispuestos a obedecer el «mandato popular» (como podrán ver, yo también puedo usar frases de políticos).

   Las veces que me ha tocado defender esta posición (en discusiones de café y whisky porque no), afirmando que los políticos no obedecen los mandatos populares y no existen personas o mecanismos que puedan impedirlo; me contestan – aunque ellos vayan a votar al mismo -, «que se puede votar a otro candidato la próxima vez» (considero no aplicable este argumento, porque como ya expuse, los candidatos «se dan vuelta» y aparecen en otra lista influenciando otra vez con sus ideas inaplicables, retrógradas e inservibles); «que hay que meterse» (considero este argumento de difícil aplicabilidad porque cada político cuida su quinta y no te deja entrar, además de tener todo el tiempo del mundo para conspirar en tu contra e impedirte la entrada).

   Llegado este punto de no retorno en la discusión, es cuando opino que la solución pasaría por efectuar – conjuntamente con algún comicio -, una consulta popular (temida por todos los políticos, aunque admitida con ciertas condiciones por la Constitución reformada en 1.994 en sus arts. 39 y 40), en la cual se establezcan las bases de ese mandato popular, a saber: que se pretende de la seguridad, la educación, la obra pública (importante fuente de corrupción), la salud y una cantidad de cosas básicas, sobre los cuales deberíamos estar de acuerdo sin importar el signo político – partidario. Aclaro que los legisladores podrán continuar votando como se les antoje, pero al menos podremos identificar quienes quieren cambiar la vida de las personas y quienes van a cobrar, tratando de perpetuarse (recordemos que no pueden encontrar trabajo) y de paso encontrarse con algún negociado. Aquí la contestación es «… el pueblo no delibera ni gobierna si no a través de sus representantes …», como si mi enfoque estuviera impidiendo lo establecido en la Constitución Nacional (CN). Otros un poco más evolucionados, me dicen que la democracia directa solo es aplicada en Suiza (concepto que no me resulta extraño gracias a mi educación enciclopedista de los 60), pero todas son excusas para poder continuar desobedeciendo los mandatos que implican satisfacer necesidades populares y perpetuarse en los cargos, morder algún negociado o conspirar contra alguien que en el futuro puede llegar a moverles el piso.

   Como consecuencia del caos descripto, resulta ser que alguien que corta una calle o ruta, se encuentra en estado de necesidad, de reclamo o algo que termina justificando su conducta, cuando en realidad está cometiendo un delito (impide la libre circulación y tránsito por los caminos de la patria, art. 14 de la CN); el que roba, es víctima de esta sociedad capitalista en que vivimos y ha perpetrado el hecho, para llevar el pan a sus diez hijos (si, porque no paran de tener), en el resto del mundo es un delincuente al que le corresponden las penas establecidas en la legislación; quienes ocupan propiedades públicas o privadas son carenciados que vienen huyendo de la pobreza en las provincias o países limítrofes y establecen su base en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (fin del embudo de la pobreza), «alquilando» propiedades que no les pertenecen, en una franca transgresión a los arts. 14 y 17 de la CN y podría seguir con los ejemplos.

   La política – en muchos lugares de este país -, aún sigue siendo sinónimo de empanadas y vino, con la variante de choripán y cerveza o pizza y cerveza y como dice un amigo mío «metele que p´aya vamos».

   Si esto sigue así …. A los botes !

   El baño es por acá no ? … buenas noches.

[1] Sería como un sinónimo de contagio y expansión de ideas y procederes hacia otros partidos políticos (o los costados).

[2] Vendrían a ser personas que funcionan como un delivery de chismes.

 

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by algo amarillo