Charlas en la Altura.
«Solo los enemigos dicen la verdad. Los amigos y los amantes ceden ante el deber, la piedad o la diplomacia» (Marlon Brando)
«Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos. porque uno termina pareciéndose a ellos» (Jorge Luis Borges)
» Mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos … mas cerca» (Vito Corleone)
En uno de mis recientes viajes luego de superados los interminables trámites en migraciones y los diversos protocolos de seguridad, circunstancias en las que me veo especialmente desfavorecido a causa de mi apellido y donde casi siempre me toca compartir la revisión específica previa al ingreso al avión con supuestos terroristas y/o narcos (yo entraría en la categoría de supuestos terroristas y eso que el pasaporte con la foto de la camisa verde oliva ya se me venció, porque con ese no fallaba nunca); me tocó compartir una parte del trayecto con Erasyl Erkesh, una persona que me dijo ser natural de Kazajistan. Nos comunicábamos con Erasyl (ese era su nombre) en un inglés atarzanado que hubiera hecho revolcar en la tumba a William Shakespeare y él me preguntaba de donde era originario, al decirle que era argentino (sorprendentemente no dijo «Maradona!» como antes, ahora creen que es cubano o venezolano) comenzó a hacerme preguntas y me aclaró que su interés era porque no sabía nada de Argentina, no sabía donde quedaba (unos cuantos europeos y americanos tampoco lo saben), no sabía que lengua se hablaba y preguntaba sobre las características mas relevantes de nuestro país.
Le hice una breve descripción omitiendo detalles imposibles de entender como el 38 a 38 en la votación del presidente de AFA sobre 75 votos posibles o que en los primeras décadas del siglo XX estábamos entre los países mas desarrollados y con mejor ingreso del mundo y ahora formábamos parte activa del Club de la Inflación en el fondo de la tabla de posiciones o que Messi no agarra una cuando se pone la camiseta de la Selección Nacional en una suerte de negativo del jugador que vemos brillar en el Barcelona; así que empecé con las llanuras, las montañas, los lugares fértiles, los desiertos, las selvas, los cuatro climas, las cataratas, los glaciares y algunas ciudades muy antiguas originadas en la colonización española; cuando me preguntó la cantidad de habitantes, se sorprendió de que fuéramos tan pocos para semejante territorio, luego quiso saber si eramos todos blancos o mestizos, le dije que el país había sido colonizado por los españoles y que originariamente había población indígena, por lo tanto, debido a ello y a las sucesivas corrientes migratorias posteriores, eramos una mezcla de razas; cuando me preguntó cuantos kazajos creía que vivían en nuestro país, no le agradó saber que eran pocos y tal vez en ese momento debió preguntarse porque sus compatriotas no elegirían o evitarían, un país como el nuestro.
Al llegar la cena interrumpimos nuestra charla para degustar las delicias que nos tenía preparada la aerolínea. En la mayoría de los viajes, si uno consulta la revista – guía que se encuentra en el bolsillo del asiento delante nuestro (donde también esta la bolsa de papel para los que se descompongan), casi siempre aparecen renombrados chefs que han seleccionado el menú para los pasajeros, resaltando las bondades del mismo y declarando que controlan los productos utilizados en cada etapa de preparación y otros conceptos de dudosa comprobabilidad, pero que en la teoría, suenan bien. En la práctica, nuestra cena para un viaje al que le restaban ocho horas aproximadamente, consistía en una entrada de ensalada de papa hervida adornada con una hoja verde y algo que parecía mayonesa (para mejor ilustración era como una ensalada rusa sin zanahoria, ni arvejas y con el agregado de la hoja verde) y el plato principal – si uno elegía carne -, estaba acompañado de … papas !!; como forma de no montar en cólera, uno se pone a pensar que quizá el chef que nos tocó en suerte había preparado al equipo olímpico de liberación de gases al espacio exterior (no se mencionaba esto en la revista – guía), disciplina que en realidad no tiene status olímpico, pero que con unos viajes mas en esta aerolínea, es probable que lo obtengan. En realidad uno no pide, ni espera manjares excepcionales, al fin de cuentas solo un poco de razonabilidad; mientras tanto Erasyl deglutía como un león hambriento el menú «doble papa» y en ese momento empecé a sacar la cuenta si aterrizábamos antes, durante o después que se desate el inminente apocalipsis gasesoso.
Con el final de la cena, mi circunstancial compañero de viaje volvió a la carga preguntándome quienes eran nuestros enemigos, ante mi sorpresa, me aclaró pacientemente que quería saber con que pueblos estábamos actualmente en guerra por diversas razones que podían abarcar odios de carácter étnico, racial, disputas territoriales y otras cuestiones por las que los seres humanos (como los kazajos) estarían dispuestos a entrar en guerra. Al decirle que no estábamos en guerra con nadie, me replicó que quería saber quienes eran nuestros enemigos ancestrales, aquellos que nos matan a nosotros y nosotros los matamos a ellos. Repetí que no teníamos enemigos, que la última guerra había sucedido hacía 35 años por una disputa territorial y habíamos perdido esa guerra con las consecuencias que ello trae aparejado. Erasyl no se quedó satisfecho, no podía entender la existencia de un pueblo sin enemigos, en ese momento el avión comenzó a descender hacia el destino prefijado, nos saludamos afectuosamente deseándonos suerte, aunque pude advertir que seguía mirándome extrañado, no podía digerir (junto con las papas de la cena), el hecho que existiera un país sin enemigos.
Habiendo salido del aeropuerto y ya en el transporte hacia la ciudad, agradecí que no me preguntara de que cuadro era, porque explicarle que uno es de Racing con todas las vicisitudes que ello implica, también entra en la categoría de cosa difícil de explicar y fue cuando comencé a ver claramente la respuesta que debería haber dado, la frase que no se me ocurrió en aquel momento.
Debería haberle contestado que los argentinos no tenemos enemigos externos o no podemos identificarlos con claridad, porque estamos continuamente envueltos en conflictos internos que debieran ser resueltos en la mayoría de los casos de manera institucional y democrática y como ello no ocurre las discusiones son eternas, nos hacemos la guerra entre nosotros, provincias contra provincias, clase contra clase, partido político contra partido político, gobierno nacional contra provincias, corriente de partido político contra corriente del mismo partido político, medios de comunicación contra medios de comunicación, sindicalistas contra gobierno haciendo carambola en los usuarios de los servicios públicos, integrante de equipo de Copa Davis contra integrante del mismo equipo de Copa Davis, periodistas contra periodistas, fútbol lírico contra fútbol utilitario, pesificación o dependencia y la lista puede seguir hasta el infinito.
En realidad ignoro si el kazajo hubiera entendido, pero al menos yo no me hubiera sentido tan mal por pertenecer a un país sin enemigos.
Buenas noches.