Estafas …

Publicado el 06/02/2023 - Etiquetas:

«Los impostores no necesitan estudiar mucho las causas naturales, sino que les basta con servirse de la común ignorancia, estupidez y superstición de la humanidad» (Thomas Hobbes)

«La culpa querido Bruto, no es de nuestras estrellas; sino de nosotros mismos que consentimos ser inferiores» (William Shakespeare)

«Si quieres ser estafado, paga por adelantado» (escuchado por ahí)

«Cuando la estafa es enorme, ya toma un nombre decente» (Adelardo López de Ayala)

«El gobierno no puede entregar nada a alguien, si antes no se lo ha quitado a alguna otra persona» (Adrián Rogers)

   Las primeras estafas financieras registradas y entendidas como tales tiempo después, fueron llevadas a cabo a mediados del siglo XVIII. También por esa época el escritor Charles Dickens, ya describía en sus novelas, esos esquemas de engaño.

   Habitualmente se promete la obtención de grandes riquezas por la vía rápida que motorizadas por uno de los pecados capitales (la avaricia), constituyen un campo fértil para el éxito – casi siempre -, temporario de estos engaños. Las personas avariciosas otorgan un valor muy significativo a la riqueza material y a las posesiones, centrando el objetivo principal de sus vidas en retener y acumular mas riqueza.

   Las estafas son clases diferentes de fraudes en las que los estafadores prometen enormes ganancias a través de supuestas inversiones u oportunidades de negocios.

   No nos referiremos aquí a las estafas telefónicas de simulación de secuestros, robo de claves y datos bancarios, donde solo participa la imprevisión, la distracción y otras cuestiones en las que la víctima de la estafa no se ve tentada por ningún beneficio económico o financiero exagerado, que pueda exacerbar su avaricia.

   Uno de los mejores incentivos para llevar a cabo este tipo de estafas es la obtención de rendimientos financieros con poco o ningún esfuerzo; o sea, una inversión inicial con la promesa de excedentes muy superiores al promedio. Es común que el estafador se aproveche de la falta de conocimiento o competencia de los «inversores» (nubladas estas a su vez por la avaricia) y afirme que se vale de estrategias de inversión secretas o que posee un algoritmo que permite predecir las cotizaciones de las acciones, monedas, títulos u otros activos existentes en un determinado mercado nacional o internacional.

   El verso puede ser mas o menos sofisticado pero en estos casos la premisa fundamental consiste en robar a los antiguos adherentes para «pagar» altos rendimientos a los nuevos incautos que de esta forma harán virales las recomendaciones de invertir, mas por alardear ante otras personas, que por cualquier otra cosa. Pero atención, para que la estafa tenga cierta permanencia en el tiempo, también los altos rendimientos deben animar a los «inversores enganchados» – mediante alguna buena estrategia -, a no retirar su dinero del esquema. El estafador simplemente envía declaraciones mostrando los resultados, cosa que mantiene, en algún modo, el engaño con relación al funcionamiento del sistema. También se puede reforzar el mismo, intentando minimizar los retiros de fondos, ofreciendo nuevos planes a los «inversores», de modo que el operador (estafador) no tenga que entregar sumas de dinero en el corto plazo y pueda usarlas ya sea en su propio provecho o para pagar a nuevos inversores (incautos movidos por la avaricia) que a su vez traerán a otros inversores (incautos) que lleguen hasta vender sus bienes (autos, propiedades), para «invertir» y lograr (o no) los rendimientos prometidos. Esto ya ha ocurrido en distintas localidades de nuestro país.

   Hasta aquí hemos intentado definir que es una estafa y en algún modo explicar algunas de sus características mas salientes; no obstante existen esquemas económico – financieros, en algunos casos avalados por los gobiernos, sustentados en algún soporte legal lo suficientemente flojo; pero no tanto, como para alcanzar el interés jurídico necesario que permita declarar su inconstitucionalidad.

   En nuestro país, algunos gobiernos, utilizaron un esquema de altas tasas de interés para inversiones en pesos como estrategia para contener la cotización del dólar, con las altas tasas de interés crecían las inversiones en pesos y esos fondos no eran destinados a la compra de dólares, hasta que llegaba el momento en que los bancos no tenían el dinero para pagar los capitales colocados y los intereses pactados. Estas circunstancias desembocaban en algún plan de regularización (Plan Bonex, Corralito) a través del cual se extendían los plazos de reintegro y se pactaban nuevas condiciones para la devolución del capital, atado generalmente a una moneda mas estable que la moneda original en la que se efectuaron los depósitos. Estos cambios abruptos en las condiciones originalmente pactadas, avaladas por alguna norma legal, traen como consecuencia una limitación en la disponibilidad presente de los fondos en cuestión por parte de los titulares, a causa de la extensión de los plazos de devolución.

   Nuestro sistema nacional de jubilaciones tampoco es la excepción; ya que funciona con elementos que podrían ser calificados como una estafa. La prueba evidente de ello, es la relación existente entre los aportes que se realizan en la categoría mas significativa y la prestación mínima jubilatoria. Con el aporte máximo casi se paga una prestación mínima; en otros términos, «se cambia la plata» o – dicho de otro modo -, con el aporte de un trabajador activo, casi le pagamos a un jubilado actual.

   Es sorprendente (o no tanto) que semejante masa de dinero no genere un interés significativo, ni este disponible para proyectos de inversión, otorgamiento de préstamos u otras herramientas financieras de amplia utilización en otros países. Las razones por las que esto no ocurre son variadas y pueden identificarse en la alta tasa de incumplimiento en el pago de los aportes, en la cantidad de personas que obtienen su beneficio sin haber realizado aportes, las moratorias que permiten comprar «los años faltantes exactos» para acceder a un beneficio, el alto costo de administración de los entes de control y por si esto no alcanzara, los desvíos de fondos que realiza la política para otros fines que no constituyen el pago de prestaciones jubilatorias.

   Como podrán observar en este último caso, si bien existen características que permitirían poner el mote de estafa, todos los participantes del sistema (tanto el Estado como los aportantes), se perjudican mutuamente, afectando seriamente la supervivencia del sistema jubilatorio como un todo.

   En otro orden, el mercado de las criptomonedas suele ser significativamente variable, dejando a causa de ello, a un montón de inversores arruinados y con cuentas pendientes de pagar por los créditos que pudieren haber solicitado para entrar en un negocio que creían seguro y que los haría ricos sin esfuerzo (otra vez la avaricia … ahora con agregado de pereza). Adicionalmente, las sumas de monedas virtuales se acumulan en las cuentas de los usuarios, no existiendo por el momento demasiadas alternativas de gasto, dejando esas cantidades no retiradas de criptoactivos sujetas a las vicisitudes que generan sus posibilidades (limitadas) de cancelación o intercambio por otros activos, la pérdida de claves de acceso, los problemas generados por la minería (forma de generar y mantener criptomonedas) en diferentes países y todo ese tiempo (muerto) a merced de los diferentes organismos recaudadores modificando la legislación que permita gravar activos virtuales (cobrarles impuestos en buen romance).

 

by algo amarillo